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Carlos y Camilla, celebran décimo aniversario de matrimonio

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Camilla ya no es la mala (y fea) de la película

08/abr 2015

Desde su enlace, el 9 de abril del 2005, una boda a la que consiguieron llegar superando no pocas vicisitudes, el príncipe Carlos y su segunda esposa Camila se han afianzado como pareja ganando, además, una mayor aceptación entre los súbditos británicos.

La actual duquesa de Cornualles ha ayudado a su marido a aumentar su popularidad 'humanizándolo' gracias, según medios ingleses, a su simpatía, su discreción y a esa unión inquebrantable con él, que ha pasado de ser una pasión juvenil a un amor maduro y estable.

El enlace de Carlos y Camilla, que hasta última hora se topó con obstáculos, fue anunciada en un primer momento para el día 8, pero los funerales del papa Juan Pablo II hubieran forzado a muchos invitados a decidir si ir a Roma o a Windsor. Por eso, cuando el primer ministro británico y el arzobispo de Canterbury optaron por la capital italiana, la boda del heredero se retrasó un día a pesar de que en el Ayuntamiento de Windsor sólo disponían de una hora ese día entre boda y boda de otras parejas anónimas.

La bendición religiosa en la capilla de San Jorge y la recepción en el castillo completaron las nupcias en las que la novia apareció deslumbrante: de blanco para el registro, de gris azulado y dorado para la ceremonia religiosa.

Foto: Revista Estilo



Entre los congregados a la puerta del Ayuntamiento aquel día, aún había personas que comparaban a Camilla con Diana, fallecida en 1997, y culpaban a la primera de las desdichas de la segunda. Diana había declarado en la entrevista que dio a la BBC: 'En nuestro matrimonio éramos tres: estaba lleno'. En los años de crisis matrimonial, el príncipe Carlos insistía ante sus padres que Camilla era 'innegociable'. La boda formalizó el amor de juventud -la relación fue iniciada en 1971 e interrumpida durante varios años por sendos matrimonios- y finalizó el estigma del adulterio real.

En la década que lleva casada Camilla ha pasado de ser la fea y mala a convertirse en atractiva y buena; se ha forjado su propio estilo natural, elegante y discreto; no se ha 'plastificado' ni es de llevar colores fuertes, se puso de rojo para la ceremonia de pedida, pero ni el rojo, naranja o amarillo son de sus gustos, y opta por sombreros grandes en conjunto con la ropa porque le quedan bien con el estilo de peinado, y marca diferencia de los pequeños chapeos de la reina con la que ha conseguido una entente cordial.

En su trabajo benéfico, Camilla ha asumido los tabúes que la realeza no trata públicamente. En su último viaje a Washington incluyó una visita a un centro de mujeres víctimas de ataques sexuales, mientras Carlos velaba por el cambio climático. En Gran Bretaña asiste a organizaciones de víctimas de violencia doméstica y toma parte activa contra la mutilación genital femenina y contra las violaciones. En una ocasión visitó a deshoras un centro en Peckham, un barrio marginado del sur de Londres, para evitar el despliegue de fotógrafos en un sórdido refugio de mujeres maltratadas.

Foto: Revista Estilo



La futura reina consorte es presidenta de honor del WOW (Women of the World), festival anual de feministas. Apoya causas que no le generan muchos titulares pero la enaltecen. Ha colaborado activamente en una campaña para potenciar la lectura y la alfabetización de mayores y menores. Ya no le recriminan si echó a perder el cuento de hadas de Carlos y Diana porque resulta ser bondadosa hasta en su papel de madrastra, a tenor de lo que han dicho Guillermo y Enrique públicamente. En 10 años se ha hecho indispensable, al menos para el futuro rey Carlos III.

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