El arte de decir no

Me encantaría encontrar un libro de recetas para saber cómo y cuándo decir no sin sentirme culpable. De esa manera me ahorraría infinidad de situaciones incómodas. Saturarnos de actividades y decir a casi todo sí, por el qué dirán o para no quedar mal, a la larga no nos ayuda en nuestras relaciones interpersonales. Cuando no nos interesa asistir a una segunda cita, que nos atienda otro estilista o bien colaborar con una rifa, estamos en todo el derecho de negarnos. Nos es totalmente lícito expresarnos de manera negativa.

Solo hay que buscar la forma correcta de comunicarlo para evitar herir sentimientos y dejar claro el panorama para futuros malentendidos. Es mejor decir no que andar por la vida comprometiéndose
gratuitamente con todo el mundo y no cumplir por falta de tiempo, ganas o conocimiento.

Corresponde siempre decir la verdad y no crear falsas expectativas o inventar excusas inútiles. Sin embargo, pese a todo argumento que podamos tener, suele haber gente que le gusta insistir sin darnos la opción de decidir. No te dejes engañar con la adulación ni permitas que decisiones ajenas te involucren.

A nadie le agrada que le impongan qué pensar, decir o hacer. Los derechos de los demás son tan importantes como los tuyos, por eso es vital ser asertivos y determinar cuándo aplica negarnos, sin llegar por ello a lastimar o perjudicar a alguien. ¨Me encantan tus diseños, se nota que estudiaste en el exterior ¿podrías hacerme dos vestidos para la boda de una amiga? ¨ Así, sin anestesia, ni consulta previa. O … ¨Debes apoyar con el viaje. Todos estamos ocupados y aún falta mucho por resolver, finalmente tu hijo también lo va a disfrutar¨.

Ni qué hablar cuando nos cargan con problemas de terceros: ¨Viajo el próximo fin de semana fuera de la ciudad, ¿qué me dirías si te pido que te encargues de los chicos?" No temas decir con amabilidad y una sonrisa a flor de piel lo que piensas, ofreciendo si puedes, una solución o alternativa viable. Se perfila una línea muy delgada entre ser firme y ser cruel, y la podemos cruzar sin darnos cuenta. Pero cuidado, tampoco des una negativa tras otra, esa actitud pondría en evidencia que tu generosidad deja algo que desear.

Lo curioso de la comunicación es que le jugamos casi todas las fichas al lenguaje oral cuando en
realidad el gestual nos delata. A medida que nos piden o solicitan algo nuestra cara sufre transformaciones
de aprobación, negación, duda o sorpresa. Los gestos y las posturas comunican, sin siquiera abrir la boca. Y si mentimos, se nota. No hay escapatoria.