Cierra la cocina.
Al final del día,cuando estamos en casa, relajados, frente a la televisión, es mucho más fácil caer en las tentaciones. Evítalo"cerrando" la cocina después de la cena. Y si crees que necesitas comer algo, opta por una taza de té o un vaso pequeño de leche descremada.
Reinventa tu nevera.
Llena tu refrigerador y tu despensa de alimentos saludables, así, cuando tengas un antojo tendrás menos probabilidades de romper la dieta. Ten a mano siempre verduras congeladas, pastas de grano entero, queso bajo en grasa, tomates, frijoles, pechuga de pollo a la plancha, tortillas de grano entero o pan pita y frutas.
Duerme lo suficiente
Cuando no duermes lo necesario tu cuerpo produce ghrelina, una sustancia que estimula el apetito. Por el contrario, si descansas lo suficiente, el cuerpo
genera leptina, que produce en su cuerpo una sensación de saciedad. Dormir al menos ocho horas cada noche sin duda tendrá un impacto positivo en tu dieta.
Cuida las porciones.
Sigue al pie de la letra las indicaciones de tu nutricionista en lo que al tamaño de las porciones se refiere. Utiliza una balanza de cocina y tazas de medir para controlar la comida que ingieres durante una semana o dos para acostumbrarte a conocer visualmente el tamaño adecuado. Usa platos y vasos más pequeños para reducir el tamaño de tus porciones.
